“Sin lugar a dudas, los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Es natural querer que nuestros hijos sean sanos, bellos, inteligentes, felices. Sin embargo, a veces, sin darnos cuenta, colocamos en ellos nuestras propias necesidades y no nos percatamos de ello. En su nombre, los llenamos de actividades y demandas y nos convencemos que les estamos dando oportunidades para triunfar en la vida. Esperamos que su boleta solamente haya “A”. Si alguna vez vemos alguna B, estamos prestos a llamar al profesor para ver cómo podemos ayudar a nuestros hijos en sus dificultades. Esperamos que tomen las clases más avanzadas de su curso. Necesitamos que hagan la tarea perfecta, -y no nos damos cuenta cuando se convierte en nuestra tarea-. Nos quedamos hasta la madrugada con tal de asegurarnos el A. Nos convertimos en choferes de sus actividades extra curriculares, dejando de lado nuestra propia vida. Esperamos a cambio, que hagan el equipo titular en el deporte que practican, tengan el papel principal en la obra de teatro que están presentando; pertenezcan al grupo de los “populares” en su salón…
Después de todo nuestro esfuerzo y de poner en pausa nuestra vida, después de convertirnos en choferes particulares, de pagar clases particulares, esperamos resultados…. porque queremos lo mejor para ellos. Pero… quién dice que esto es lo mejor para ellos? No será que estamos ocultando nuestras inseguridades detrás de nuestros perfectos hijos? No será que ellos nos representan de cara al mundo y por eso necesitamos que lo hagan todo y lo hagan excelentemente bien? No será que nos atemoriza enfrentar nuestros propios retos y nos ocultamos detrás de los de ellos?
Puede ser que, después de todo, no es realmente para nuestros hijos sino que es en su nombre?
Si nosotros atendemos nuestras inseguridades y liberamos a nuestros hijos de esa carga, quizás podamos darles a nuestros hijos lo que ellos realmente necesitan. Escucharlos y apoyarlos sin abrumarlos. Ayudarlos a formarse como seres completos, felices, con sus logros y sus debilidades. Ayudarlos a que quieran ser mejores por ellos mismos y no por nosotros.
Postergar nuestra vida todo el tiempo, -lo que no nos permite enfrentarnos con nuestras incertidumbres y dudas-, les da una imagen equivocada del mundo, en la que sólo ellos cuentan. Los padres estamos para cumplir sus deseos. Los convertimos en personas egoístas y no entendemos cómo puede ser que salgan así, si nosotros hemos sido tan desprendidos…
Darle lo mejor a nuestros hijos tiene que ver con darles continencia, amor, enseñarles -con el ejemplo- respeto, permitirles equivocarse y volverlo a intentar, ayudarlos a persistir, sin exigir perfección.
Clara P Fleischer
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